Expresivos felinos

Son bastante independientes y algo rabudos. Algunos viven en los hogares, cerca de las chimeneas, y otros son callejeros. Pero sobre todo, se caracterizan por invadir internet en poses de lo más adorables. Hablo, sin duda alguna, de los gatos, o, como decimos en Galicia, micos o, cuando son pequeños, miquiños.

Pero no solo invaden internet, sino que también invaden muchas de nuestras expresiones y frases hechas más habituales.

En este blog no hay gato encerrado, así que no le busquéis tres pies al gato. Ayer oí en la radio la explicación de estas dos expresiones, que fue lo que me movió a escribir este artículo. La primera, que se utiliza cuando se sospecha que algo se oculta, no tiene nada que ver con los felinos. En esta ocasión, gato se utiliza con otra acepción, que es la de «bolso o talego donde se guardaba el dinero». Así, la gente solía ocultar sus gatos pues contenían sus riquezas. En cuanto a la segunda expresión, creo que todo el mundo se ha preguntado alguna vez por qué es como es. Se le buscan tres pies al gato cuando se trata de buscar explicaciones enrevesadas o poco claras sobre un asunto, cuando se intenta justificar lo que no tiene justificación. Significando eso, ¿por qué se habla de los tres pies del gato? Dejando al margen que los gatos tienen patas y no pies, está claro que tres pies se les pueden encontrar fácilmente en la mayoría de los casos. En la radio decían, lo que me parecía bastante probable, que la expresión en su origen fue «No le busques el TRASPIÉS al gato». Claro, con lo ágiles que son, rara vez van a tropezar, así que buscarle un traspiés a un gato es sumamente complicado. Si bien es una explicación muy bonita y coherente, según las fuentes que he consultado, en realidad la expresión al principio era «No le busques cinco pies al gato» porque alguien quiso probar que la cola del gato era pie, como un extremo de embustes.

Se dice que alguien se lleva el gato al agua cuando gana una competición o supera un obstáculo difícil. Podría pensarse que está claro de dónde viene, meter a un gato en el agua es una ardua tarea, pero tampoco es tan meridiano el origen de esta expresión. Sebastián de Covarrubias, en su obra Tesoro de la Lengua Castellana, propone el siguiente: “Antiguamente debieron de usar cierto juego en la ribera del río con un gato, y ganaba el que le metía dentro de él; pero como se defiende con uñas y dientes, era dificultoso y peligroso”. Sin embargo, para Rodrigo Caro, el dicho procede de otro juego. Éste consistía en fijar verticalmente en el suelo un madero horadado en su extremo superior. Por el agujero se introducía una soga, se ataban los extremos de ésta a los contendientes, vueltas las espaldas, y ganaba el que hacía subir al otro a lo alto del madero. “Otras veces lo hacen sin echar la soga por la viga, sino en el suelo, cerca de un charco o lodo; y porque el que más puede lleva al otro, yendo a gatas, para echarlo al agua, le llaman llevar el gato al agua”, señala Caro.

Ya sabéis, que no os den gato por liebre y espero que no sean cuatro gatos los que comenten en este artículo.

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