Espejo ciego

espejo ciego

En la obra de Diderot Carta sobre los ciegos para uso de los que ven se trata el tema de cómo ven el mundo los ciegos y más concretamente, los ciegos de nacimiento.

Así, sabiendo que su percepción de los objetos es principalmente a través del tacto, conciben ellos los espejos de una manera muy distinta a la que los concebimos nosotros.

Yo le pregunté qué entendía por «un espejo»: «Una máquina -me respondió- que pone las cosas en relieve lejos de las mismas, si se hallan convenientemente ubicadas de relación a aquélla».

¡Qué ingenioso! Pone las cosas en relieve, claro, es la única manera de percibirlas, un espejo plano jamás puede reproducir un rostro tal y como lo percibe un ciego. Y continúa:

Nuestro ciego no tiene conocimiento de los objetos más que por el tacto. Sabe, por referencia de otros hombres, que por medio de la vista se conocen los objetos, como le son conocidos por el tacto; al menos, es la única noción que de ello puede formarse. Sabe además que no es posible ver el propio rostro, aunque se lo puede tocar. La vista -debe concluir él- es, pues, una especie de tacto que no se extiende más que a los objetos diferentes de nuestro rostro y alejados de nosotros. Por otra parte, el tacto no le da sino idea del relieve. Por tanto, añade él, un espejo es una máquina que nos pone en relieve fuera de nosotros mismos. ¡Cuántos célebres filósofos han empleado menos sutileza para llegar a nociones igualmente falsas!

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