Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos preguntado el porqué de los símbolos químicos que no empiezan por sus iniciales. Cuando empiezas a estudiarlos, todo contento vas leyendo: «H para hidrógeno, bien, He para helio, genial, esto es facilísimo, Li para litio, vale, ¿pero qué? ¿K para potasio? ¿S para azufre? ¿Hg para mercurio? Bah, yo os maldigo profesores de química.»

Y como no, todo tiene su explicación.

El mercurio es un elemento químico muy curioso. Si se te rompe un bote lleno de este metal que todos tenemos en casa formará unas pequeñas bolitas o gotitas plateadas redondeadas y graciosas. Precisamente, el mercurio toma su símbolo de la voz latina hydrargyrum que a su vez deriva del griego hydrargyros «agua de plata» o «plata líquida» por ese aspecto de gotas o líquido plateado que tiene.

A pesar de lo divertidas que puedan parecer las características del mercurio, es muy tóxico. Los termómetros de mercurio tienen los días contados, sabemos que las pilas se tiran a un contenedor especial por alguna razón relacionada con este elemento y también sabemos que el Sombrerero Loco está loco. ¿Y esto último qué tiene que ver? Se sabe que en la época en la que fue escrito el famoso libro de Lewis Carroll en el que sale este personaje los sombrereros trabajaban frecuentemente con mercurio que era utilizado para procesar el fieltro de los sombreros. Al hacerlo en espacios cerrados inhalaban los vapores de  el agua de plata que producían una enfermedad llamada mercurialismo o, algo que viene más a cuento (y nunca mejor dicho), hidrargirismo.

Por cierto, cómo cuesta teclear sombrerero sin equivocarse.