Últimamente me he planteado dejar de hacerles caso a los profesores de la universidad. Valiente estupidez, pensaréis, eso lo hace mucha gente. Es cierto. Pero seguro que ninguno lo hace por mis razones. ¿Cómo es posible que en tres años de carrera ni uno solo haya sido capaz de utilizar correctamente el imperativo en plural? Comprobado. “Pensaros esto para mañana.”. “Estudiar bien este tema.”. “Hacer los ejercicios para el lunes.”. Entenderéis que de esta manera no voy a obedecerles, faltaría más.
El modo imperativo se utiliza para dar órdenes, ruegos o deseos. Para utilizarlo en plural, en verbos regulares, se sustituye del infinitivo la “-r” final por una “-d”. Así, por ejemplo, si quiero ordenar a un grupo de vegetarianos que coma un pedazo de carne cruda del animal más entrañable sobre la faz de la Tierra, les diría: “¡Comed!”. Si, además, quiero añadirle el pronombre “-os” al final, la “-d-” desaparece, quedando así: “¡Comeos la maldita carne de una vez!”. Existe una excepción aquí, que afecta al verbo ir, en el cual no cae la “-d-” idos, por extraño que pueda sonar al principio. “¡Idos de aquí, malas pécoras!” sería una correcta utilización.
Si no queréis complicaros la vida acordándoos de estas nociones básicas, podéis recurrir al truco de tratar con respeto a la gente. Me refiero a tratar de usted, pues es más sencillo construir el imperativo, lo del respeto es opcional: “Se lo ruego, váyanse a la mierda.”.
¿Cuáles son las causas que pueden llevar a esta incorrecta utilización del imperativo que no solo afecta a mis docentes sino a una gran parte de la población? Supongo que una buena razón es que es mucho más cómodo pronunciar la “-r” que la “-d”, sobre todo si tenemos que hacer el esfuerzo de pronunciarla bien, y no como una zeta. También creo que la confusión puede venir de la forma impersonal con el infinitivo, utilizada sobre todo en los carteles y anuncios, del tipo: “Cerrar la puerta al salir” o “Tirar de la cisterna después de defecar.”.
En resumen, si queréis que os hagan caso, no necesitáis ni liderazgo ni labia, sino tan sólo utilizar bien el imperativo.
Una vez me contaron un chiste que decía así:
Van dos tíos por la calle y ven un cartel que pone “Aceros Inoxidables”, y le dice uno al otro: “¿Qué? ¿Nos hacemos inoxidables?”.
Sólo se me ocurrió responder con una mirada de desprecio y un comentario quisquilloso sobre el uso del imperativo.
OdiaDme por ello. Me lo merezco.